
Una fria vagancia por Bogota
ya valio v… este pedo”, y es que en efecto, como se podrán imaginar, mi chamarra no estaba; y no era precisamente que la olvidara en algún lugar en el que hubiese estado, sino que recordé precisamente aquel sillón viejo y desgastado en el que mi chamarra se había quedado cunando salí de casa.